Soy nacido en 1971. Para el mundial de España 82, con 11 años vi como muchos niños los partidos de la selección
en la sala de clases. Todo Chile se paralizó y por esos días solo se habló de
la justa mundialista. Todos nos vimos envuelto en la fiebre futbolera; y por
cierto hice lo propio juntando las
láminas de mi álbum marca Salo.
Del resultado no hay necesidad de analizar, es historia conocida. Sin embargo éste
marcaría a varias generaciones, crecí escuchando del penal fallido, del mítico
tercer lugar del 62, de la eliminación algo “rara” de Alemania 74, del robo al
Colo Colo del 71 en la Libertadores, de la trampa del Cóndor Rojas en Brasil y
tantos otros cuentos de frustraciones y epopeyas morales sin destino conocido,
que no hicieron más que marcar a un pueblo deportivo con el sino de “triunfos
morales” e “injustica deportiva”, ese fue el mensaje que recibí por más de 30
años.
¿De dónde nace esta particular forma de ver el medio
vaso vacío o peor aún de torturarse con los fracasos? Vamos a la historia: El
18 de Septiembre es nuestra fiesta nacional, mal llamada independencia, que no
fue otra cosa que, aprovechando
que el Rey Fernando VII (Rey de España) se encontraba preso en Francia, los
criollos organizaron un cabildo abierto y
decidieron crear la Primera Junta de Gobierno a la espera de la liberación del
Rey. A contra mano nuestra Independencia se firmó el 12 de febrero de 1818 en
la ciudad de Talca; fecha que pasa sin gloria ni pena (salvo un show artístico
en Talca). El 21 de mayo de 1879 celebramos el Combate Naval de Iquique, por
cierto una gesta heroica de Prat que permitió subir la moral del pueblo, pero
ahí se le dio una paliza a la Esmeralda y el combate lo ganó Perú. Sin
embargo, el 8 de octubre de 1879 el
blindado chileno “Blanco” en combate capturó o más bien logró la rendición del
Monitor Huascar, por entonces la nave de
guerra más poderosa del Pacífico. De esta historia de triunfo, pocos se acuerdan y no hay canciones o
trabajos en los colegios. Caso aparte es que nuestro sub consciente colectivo este
recuerda el Desastre de Rancagua o la Batalla de la Concepción, ambas gestas homéricas
pero son hechos donde nuestras fuerzas fueron aniquiladas. De la Batalla de
Maipú, la final que nos dio la anhelada independencia poco se habla. Es decir, nuestra historia nos ha enseñado a recordar hitos que sin duda marcaron puntos de
inflexión, procesos o cambios de mentalidad necesarias, pero en ningún caso nos
enseña a celebrar las victorias.
A contar del 4 de julio de 2015,
y sin el ánimo de querer comparar la Historia Patria con el fútbol, nuestros
niños sabrán del éxito, se les conversará de un triunfo, se les inculcará que
con esfuerzo y trabajo todo es posible. Atrás quedará la imagen añeja de un
penal desperdiciado para dar paso a un toque sutil pero que con pachorra nos hizo Campeón de América. A toda esa
generación que nació a mediados de la década del 2000, solo saben que Chile clasifica a los mundiales
de forma consecutiva, que ya no es excepción hacerlo, y por cierto conocen de
un Chile triunfador. Para esa generación les pido que de ahora en adelante los inundemos de alegres recuerdos y de
potentes historias, y que sean ellos los que en el futuro cercano sigan
escribiendo los libros de nuestros éxitos deportivos.
Francisco Sanz
MBA, Ingeniero Civil Industrial
MBA, Ingeniero Civil Industrial