El jueves 28 de agosto Chile fue sometido a
una jornada de telenovela, recordando los años 80 y 90 cuando todos se
paralizaban para ver el desenlace de una teleserie del 13 o del Nacional.
Una advertida
movilización o más bien caravana fue anunciada por los camioneros, algo previsible y pequeño, 13 camiones que intentarían llegar a La Moneda
cargando sus cadáveres (camiones quemados) para dar cuenta del nivel de
inseguridad que el gremio vive en la Araucanía y en el resto del país. El
manual más básico de como “afrentar una crisis” algo así como un instructivo
de corta palos, recomienda evitar las
crisis desactivándolas a tiempo; en este
caso el Gobierno, solo debía dejar pasar un pequeño grupo de máquinas por frente del
Palacio Presidencial. Estoy seguro que de haber operado así unos pocos chilenos
se hubieran enterado del hecho. Pero la vida no es fácil y la política tampoco,
un trasnochado decreto de una autoridad de cuarto nivel jerárquico como lo es
el SEREMI de Transporte negó el paso de la caravana a la Región Metropolitana,
esto le costaría al Gobierno transformar a los camioneros en noticia nacional,
cobertura en horario prime y un desajuste de marca mayor en las rutas del país,
es decir, un autogol de proporciones para el Gobierno.
Para la derecha el
autogol lo celebraron para sí, no es
para menos, la agenda de la centro derecha siempre ha sido el emprendimiento,
la libertad económica, el crecimiento y, por supuesto, orden-seguridad y los camioneros pusieron este
último tema sobre la mesa y con fuerza. Más
que celebrarlo los dirigentes de este sector debieran hacer
una autocrítica por la poca capacidad
que han tenido para levantar e idear propuestas para el país, como
oposición hace rato debieron haber tomado
sus banderas históricas y haberlas instalado con fuerza en los medios de
comunicación, es lo que se espera normalmente de una fuerza opositora. Y no esperar a hacer tiempo hasta que el Gobierno caiga por si solo (deseos de algunos)
sino proponer mejores proyectos y soluciones para el futuro del país. Pero pareciera ser
que en la derecha están pensando en quién
va ser el próximo candidato presidencial más que en tratar de forjar un relato.
A contra mano, la
izquierda tomó el autogol como la derrota en una final de campeonato del mundo,
desaprovecharon la oportunidad de haber actuado como demócratas abriendo las
alamedas para todo aquel que bajo un estado de derecho y responsablemente
quiera ocuparlas. Por el contrario, evocando temores de los 70´s las cerraron tratando
de fascistas a los camioneros y acusando al gremio de buscar objetivos políticos. Tremenda novedad!!! Todas
las manifestaciones, paros y movilizaciones buscan una meta política a saber: profesores,
estudiantes, derechos homosexuales, aborto pro y contra e incluso los ciclistas
furiosos, el mundo moderno aún no conoce una protesta o coloquio en la
Alameda de Santiago que no persiga un cambio en lo político, en esto la izquierda pecó de
exclusividad y no leyó bien lo que se venía.
Tampoco pudieron
adelantar, que esta movilización causaría aceptación en la clase media y
popular, eso que algunos les gusta llamar el pueblo, bastaba ver las noticias para
darse cuenta que muchos chilenos a pesar
de estar afectados por el taco en las carreteras apoyaba la acción
camionera, no tanto por las desgracias
que estos sufren en la Araucanía, sino porque se ponía el acento en la Seguridad
Pública, tema transversal que afecta sin distinción de clases o barrios. En suma,
da lo mismo si el manifestante tiene 70 o 1 camión, si es bajo o alto o si es
moro o cristiano, todos absolutamente todos en un estado democrático tienen
derecho a manifestarse o a expresar sus opiniones, no es un favor es un derecho irrenunciable.
A estas alturas, que
una simple pero bien planificada caravana haya logrado sitiar Santiago,
despertar pasiones setenteras de la guerra fría o evocar los traumas de la
dictadura es simplemente un reflejo de nuestra complicada casta política, esa
que se debate día a día en los medios de comunicación por una boleta más o una
boleta menos, el piso moral de los
buenos y malos no existe. Se nos enseñó que
existía una derecha económica, Allamand en los noventa hablaba de los
poderes fácticos de la centro derecha, refiriéndose a aquellos que con dinero intentaban manejar los tiempos políticos. Hoy nos damos
cuenta que los poderes fácticos-económicos
recorren todo el arcoíris político,
mientras al resto de los chilenos juega a eso que se llama “democracia”.
Francisco Javier Sanz
Abad
MBA, Ingeniero Civil
Industrial