Hace un par de años era un férreo opositor a cualquier intento de formar una Asamblea Constituyente. Basado en que nuestra carta magna no contempla ese mecanismo y que los argumentos de la izquierda de llamarla la Constitución de Pinochet ya no eran válidos. Toda vez que los artículos autoritarios y poco democráticos ya habían sido modificados, tales como la eliminación de los senadores designados, inamovilidad de los comandantes y jefes de las Fuerzas Armadas y recientemente la eliminación del sistema binominal entre otros. A lo anterior se suma que la constitución lleva la firma de Ricardo Lagos. Sin embargo y tal como esgrimen los historiadores, los procesos constituyentes una vez instalados en un país no pueden ser detenidos y se pasa a lo que se conoce como “el momento constitucional”, que es cuando un pueblo entero (intelectuales, políticos, académicos, trabajadores y toda la sociedad) acepta y entra en un proceso racional, meditado e impulsado por transformaciones sociales y políticas a debatir el cambio de la Constitución. En Chile se está sin duda alguna en ese momento; ya nadie lo niega y todos lo aceptan. Incluido mi persona.
Mis razones para aceptar el “momento constitucional” son diversos y distintos a los que enarbolan las fuerzas de izquierda. Los turbulentos hechos políticos de los últimos años cargado por las malas prácticas de la clase dirigencial, los abusos y colusiones de las grandes empresas que solo ahogan a los emprendedores, estafan al consumidor de pie y matan el derecho a la libre competencia, la indignante centralización de la República que aprieta a las regiones sin que estas puedan siquiera proponer su futuro, y por último los excesivos derechos por sobre los ciudadanos comunes que gozan las autoridades electas, en especial los legisladores;  han terminado por convencerme que esto debe ser cambiado para restablecer un orden equilibrado entre derechos y deberes que den el marco legal para volver a las confianzas y garantizar la sana convivencia entre los chilenos.

La trampa

Hasta ahora el ejecutivo ha lanzado los cabildos ciudadanos, algo así como “su opinión es importante para nosotros”. Pero no confundirse; lo que ahí se opine no es vinculante y ni siquiera se sabe el destino que tendrán aquellas ideas. El proyecto de cambio constitucional contempla tres posibles forma de generar una nueva Carta Magna: Una comisión mixta entre Diputados y Senadores, en este caso el conflicto de intereses es evidente ya que los actuales (electos) legisladores al crear una Constitución, no nos darían garantías de que se autoregulen. El segundo método es una mixta entre Senadores, Diputados y líderes de opinión de la nación, si bien es una alternativa más abierta, carece de la misma objetividad que la primera. Por ultimo esta la Asamblea Constituyente, a mi entender si Chile va a cambiar su Constitución este es sin duda alguna el mecanismo. Una Asamblea electa popularmente en distritos uninominales o por sistema de reparto proporcional, los electos con prohibición de postular a cargos de elección popular por al menos un periodo. Esto garantiza una representación de las fuerzas políticas y movimientos sociales más asambleístas que sabrán que su trabajo tiene un principio y un final conocido y que no podrán beneficiarse políticamente de manera alguna de los frutos de su trabajo.


Francisco Javier Sanz Abad
MBA, Ingeniero Civil Industrial


 
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