La actual administración se aglutinó bajo un programa de gobierno. Algo
inédito desde el regreso de la democracia, esta vez no importaron los
liderazgos o los valores comunes que profesan los partidos que componen la
Nueva Mayoría. Esta vez solo importó que cada quien pusiera su rúbrica en el “Programa
de Gobierno”. Así se fraguó una inédita alianza que va desde el centro social
cristiano (Democracia Cristiana) hasta el Partido Comunista.
El programa es sacrosanto y debe cumplirse a toda costa. La génesis de el fue la calle y no los centros de opinión política o de los institutos
ligados a los partidos (los llamados Think Tank, centro de pensamientos). Esta
vez la centro izquierda hizo eco de las marchas estudiantiles y sucumbieron
ante su fuerza y organización.
Los estudiantes lograron con sorprendente
habilidad política influir en la agenda pública y conseguir que un gobierno les
cumpliera sus demandas, a saber: Educación de calidad y gratuidad universal.
(Dicho sea de paso y como muchos chilenos me gustaría que algún día estos
conceptos fuesen una linda realidad). Es así como llegó la retroexcavadora a refundar la república, reforma
tributaria, fin al copago, bajar de los patines a los estudiantes de liceos
emblemáticos y particulares, carrera docente y un sinfín de medidas apresuradas
y poco dialogadas. Después de un año y medio de tensión política, hoy las
autoridades nos dicen “Lo sentimos, Chile no está creciendo al ritmo deseado y
la reforma tributaria no va a recaudar los 8.000 millones de US dólares que
necesitamos para la gratuidad universal”. En palabras coloquiales simplemente
el billete no da para tanto. Y era de esperar, no somos un país desarrollado,
por el contrario debemos asumir con valentía que somos un país en vías de
desarrollo que aún tenemos un 12% de
pobreza y mucha de ella es extrema, que nuestro sistema carcelario está
quebrado y lejos de provocar reinserción egresan más delincuentes, debemos
asumir que nuestra red de salud está a años luz de una cobertura de nivel
mundial (esa de países desarrollados), debemos asumir que nuestro sistema de
protección infantil es más que precario, es indigno al punto que bajo las
narices de las autoridades mueren niños y por último debemos asumir que nuestro
sistema de pensiones es francamente una burla.
En pocas palabras quisimos hacer reformas a lo grande... a lo campeón, pero
sin dinero que las sostenga. Un país, un Estado en definitiva una nación no
solo debe preocuparse por los educandos, sino también por sus enfermos, sus
adultos mayores, por sus pobres y los niños que por alguna razón están en
riesgo social. La habilidad de gobernar es esa, con pocos recursos ir
atendiendo todas las necesidades que el país tiene y con ello provocar y
garantizar la adecuada protección y bienestar a quienes están más rezagados o
aquellos que lo requieren. No olvidemos que aún tenemos gente viviendo en
campamentos, ahí sumidos en el barro. Pero ellos no marchan por las grandes
alamedas, los pensionados y niños del SENAME tampoco lo hacen y menos tienen
acceso a los círculos de poder, quizás si lo hicieran también tendrían sus
Reforma Tributaria o mejor aún tendrían un privilegiado lugar en el “Programa
de Gobierno”.
Fuente: Diario La Prensa
Francisco Javier Sanz Abad
MBA, Ingeniero Civil Industrial