El pasado 2 de marzo fuimos
alertados del primer caso de Coronavirus en Chile, el que fue detectado
precisamente en nuestra Región del Maule y se trataba de un médico que recibió
el contagio durante un viaje por Europa. Las barreras naturales de Chile y su
lejanía con las grandes urbes mundiales que lo han mantenido a salvo de plagas
y pestes a lo largo de la historia, de nada sirvieron frente en un contexto
globalizado.
Entre enero y febrero de 2020,
según cifras de la Junta de Aeronáutica Civil, dos millones nueve mil
doscientos cincuenta y cinco pasajeros entraron o salieron del país por vía
aérea, lo que representa una disminución de sólo un 4,8% en relación a igual
periodo 2019, a pesar de que el país se encontraba afectado por un estallido
social desde octubre pasado y que el Coronavirus ya estaba causando estragos en China y amenazaba con extenderse
desde allí a Europa y al resto del mundo.
Con este nivel de tráfico aéreo,
era cosa de tiempo para que el virus aterrizara en nuestro país. No obstante,
no hubo una sola voz juiciosa llamando a prevenir, al cuidado colectivo y a la
responsabilidad social. Todas las medidas sanitarias fueron adoptadas de manera
reactiva, una vez conocido el primer caso en el país.
Al momento de escribir estas
líneas, finalizando marzo, el gobierno
informa 2.738 contagiados y 12 fallecidos en el país, mientras que en el mundo
la cifra de contagiados ha superado los 850.000 enfermos, siendo Estados Unidos
de América el que lidera la tabla de infectados con más de 185.000 personas
afectadas por Covid-19. A nivel global Italia y España lideran la triste
estadística de personas fallecidas víctimas de la pandemia, con 12.428 y 8.464
fallecidos, respectivamente.
En nuestro país, se ha decretado
estado de catástrofe, tenemos toque de queda todos los días a partir de las
22:00 horas, 7 comunas de la Región Metropolitana y otras 5 ciudades del sur se
encuentran en cuarentena total, las clases suspendidas por todo el mes de abril,
los grandes centros comerciales se encuentran cerrados y las autoridades
repiten la invitación a quedarse en casa.
Hoy el foco del Gobierno es
cuidar la salud de la población, prevenir, detectar precozmente el contagio y sanar a los enfermos, evitando nuevas
muertes. Sin embargo, la población necesita alimentarse, necesita generar
ingresos, necesita cumplir con sus compromisos personales y con las cargas
fiscales, por lo que junto a los cuidados sanitarios debe existir un plan
robusto para cuidar la subsistencia y el empleo de las personas.
En este contexto, necesitamos
gestos del retail, necesitamos gestos de las empresas de servicios, necesitamos
gestos de los supermercados, garantizando la cadena de abastecimiento sin subir
los precios a los consumidores, y también necesitamos gestos unitarios del
gobierno y de la oposición, en relación a los tributos y cargas públicas. Pero
por sobre todas las cosas, a raíz del alto endeudamiento de los chilenos,
necesitamos gestos de la Banca.
Es bueno recordar que, tras la
crisis económica del 82, el Estado chileno aplicó un plan de rescate que, según
estudio de Gonzalo Sanhueza publicado por el Banco Central, tuvo un costo
fiscal equivalente al 35% del PIB. En dineros de hoy, considerando el PIB 2018,
sería una cifra del orden de los 87 mil millones de euros. En otras palabras,
el plan de salvataje a la banca tuvo un costo 10 veces más alto que el plan de
apoyo anunciado por el gobierno para la protección del empleo.
En los últimos dos años la banca
chilena acumuló 5.000 millones de dólares de utilidad. Esta utilidad se explica
en los intereses que pagan sus clientes por las diferentes alternativas de
créditos existentes.
En enero pasado la banca acordó
con el Gobierno adoptar medidas reales de alivio en la pesada carga que arrastran
sus clientes, es el momento de honrar dicho acuerdo, sin letra chica, sin
generar nuevos negocios, evitando el anatocismo, esto es, el interés sobre el
interés. De lo contrario será necesario una ley que imponga estas medidas de
alivio y estoy seguro que será una ley aplaudida por todos los chilenos.
Gerardo Muñoz Riquelme
Abogado PUCV
Magister en Gerencia Pública UAI